“No admirar a Voltaire es una de las muchas formas de la estupidez”, dijo Borges. Igualmente diría que no admirar a Pablo Neruda es una de las muchas formas de la estupidez, sobre todo si eres americano. ¿Por qué? No porque Neruda sea el mejor escritor latinoamericano, sino porque èl, en su ámbito artistico es el poeta más latinoamericano. También creo que puede ser el autor hispanohablante más importante después del Siglo de Oro y uno de los escritores más importantes de la literatura moderna. Independientemente de eso, es un artista universal y sus poemas constituyen un don a toda la humanidad.
Sin embargo, por toda su fama, Neruda es muchas veces mal entendido. Es considerado un autor de poca profundidad–popular porque superficial. Por un lado, entiendo esta opinión porque muchos poemas suyos tienen una presencia casi sin comparación en la cultura popular. En el sitio Poemhunter (uno de los sitios de poesía más visitados en el mundo), por ejemplo, se encuentran varios poemas de Neruda en la lista de “Top 500 poems” y lamentablemente, estos no son poemas buenos. Escribió mucho pero entre la mediocridad puede ser difícil de encontrar las verdaderas joyas.
No obstante, entre los criticos honestos de su obra, la mayoría está de acuerdo en cual es su obra maestra. Se lo encuentra en una secuencia de doce poemas llamada Alturas de Macchu Picchu del poemario Canto General. Para entender esta secuencia es importante entender el tema del poemario entero. Canto General es un libro monumental que intenta representar la historia, la geografía, la naturaleza, la gente y más que todo, el espiritú de América Latina. En este esquema general, Alturas de Macchu Picchu puede ser considerado como un capítulo donde el poeta quiere reconciliar la civilización de America Latina colonial y moderna con la historia y alma de la civilización indígena. La secuencia, donde seguimos el poeta en su viaje desde la miseria de las ciudades modernas hasta las alturas de Macchu Picchu funciona como una alegoría donde el poeta se muda desde las profundidades de la tristeza y la confusión hasta la iluminación espiritual. El lugar de Macchu Picchu, una reliquia del mundo que existía aún antes de la llegada de los europeos, es el lugar especial donde el poeta va a tener esta experiencia.
El clímax de la secuencia se encuentra en la penúltima parte que ahora vamos a analizar. Habiendo subido a la montaña y finalmente llegado a Macchu Picchu, el poeta se prepara para hacer un acto simbólico: va a hundir su mano en la tierra. Esto simboliza la reconciliación de las dos partes arriba mencionadas.
Les animo a leer toda la secuencia (se puede encontrar fácilmente por Internet) pero igualmente quiero decir que no necesitan leerla antes para apreciar su belleza. He leído esta parte por primera vez sin conocer ni el tema del poemario entero ni la secuencia de las Alturas y su inmensidad estética y me dejó atónito inmediatamente. Espero que haga lo mismo por ustedes.
Que lo disfruten.
Alturas de Macchu Picchu XI – Pablo Neruda
A través del confuso esplendor,
a través de la noche de piedra, déjame hundir la mano
y deja que en mí palpite,
como un ave mil años prisionera,
el viejo corazón del olvidado!
Déjame olvidar hoy esta dicha,
que es más ancha que el mar,
porque el hombre es más ancho que el mar
y que sus islas,
y hay que caer en él como en un pozo
para salir del fondo
con un ramo de agua secreta y de verdades sumergidas.
Déjame olvidar, ancha piedra, la proporción poderosa,
la trascendente medida, las piedras del panal,
y de la escuadra déjame hoy resbalar
la mano sobre la hipotenusa de áspera sangre y cilicio.
Cuando, como una herradura de élitros rojos,
el cóndor furibundo
me golpea las sienes en el orden del vuelo
y el huracán de plumas carniceras barre el polvo sombrío
de las escalinatas diagonales, no veo a la bestia veloz,
no veo el ciego ciclo de sus garras,
veo el antiguo ser, servidor, el dormido
en los campos, veo un cuerpo, mil cuerpos,
un hombre, mil mujeres,
bajo la racha negra, negros de lluvia y noche,
con la piedra pesada de la estatua:
Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha,
Juan Comefrío, hijo de estrella verde,
Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa,
sube a nacer conmigo, hermano.
Análisis
El poeta ha pasado la noche en Macchu Picchu (a través de la noche de piedra…) y ahora está listo para hundir su mano en la tierra para llegar y resucitar a la civilización que está enterrada allí, es decir la civilización indígena, las raíces de América–un mundo hasta ahora muerto y olvidado (“deja/que en mí palpite/como un ave mil años prisionera/el viejo corazón del olivadado!”) . Aunque el poeta presagia la alegría enorme que va a sentir haciendo esto, no lo entiende como algo solipsistico: el poeta sabe que es un acto de sacrificio personal. Por esto dice, con tanta belleza en estos versos:
Déjame olvidar hoy esta dicha,
que es más ancha que el mar,
porque el hombre es más ancho que el mar
y que sus islas,
y hay que caer en él como en un pozo
para salir del fondo
con un ramo de agua secreta y de verdades sumergidas.
El poeta nos hace saber que quiere alcanzar algo inmaterial–quiere llegar hasta el alma del hombre–a lo que toca a toda la humanidad:
no veo el ciego ciclo de sus garras,
veo el antiguo ser, servidor, el dormido
en los campos, veo un cuerpo, mil cuerpos,
un hombre, mil mujeres.
Esta calidad universal e igualmente la conexión entre las dos civilizaciones está representada en los nombres de los versos finales: “Juan”, el nombre típico europeo es a la vez el “hijo de Wiracocha”, el “hijo de la estrella verde” y el “nieto de la turquesa”.
En esta parte del poema, el poeta no ha realizado todavía esta conexión. El poema se termina sólo con un imperativo: “sube a nacer conmigo, hermano”. La reconciliación entre las dos partes, el objetivo del poeta, ocurre en el siguiente poema. Los invito a leerlo inmediatamente después.